Se que esto de “un viaje SIN chuchos” puede ser un poco desconcertante, pero así fue o medio fue. A principios de mayo fui a lo que podría ser el viaje de mis sueños (número dos) y si, tuvo que ser sin chuchos; en esos días me preguntaron con un poco de angustia en el facebook que, quién cuidaba a los chuchos y claro, ellos jamás se quedarían así nada más, Carlos se quedó a cargo de la manada por 17 días de ausencia femenina/humana en la casa.
Fue un viaje largo y cansado, pero no fue por eso que miraba chuchos por todos lados, no eran alucinaciones, fue porque, así como nosotros (Carlos, yo y ustedes queridos lectores) en todo el mundo hay personas que aman a los chuchos.
Estuve en dos países en donde literalmente habían chuchos queridos y bien cuidados por todas partes; en las estaciones de buses y trenes listos para viajar con sus humanos, en las calles paseando, haciendo ejercicio, en el avión, en los museos, en las vitrinas, en las iglesias… habían chuchos en todo, recordándome a los míos que estaban a muchos kilómetros de distancia extrañándome (es lo que quiero creer, seguro estaban comiendo más galletas de lo que yo permito).
Y es que los vi, si, los vi en muchas situaciones y en otros chuchos, por ejemplo, vi a Jorge en un bello bulldog francés que se resistía a caminar y su humana lo jalaba un poco mientras él desbordaba “mañosería”, se sentaba y usaba todos sus encantos para que lo cargaran (seguramente) pero al final sus mañas no tenían efecto y entonces empezaba a correr como si estuviera en automático, parecía que sus patitas corrían desconectadas de su cuerpo, tal cual Jorge me ha hecho en una que otra salida a caminar, aunque Jorge si consigue lo que quiere.
Vi a la Sushi en muchísimos Jack Rusell alegres y divertidos caminando todos graciosos con sus humanos, habían muchos y los veía casi a diario y aunque la Sushi es una chuchita sin raza posiblemente es más parecida a un Jack que a cualquier otro chucho, entonces era imposible no pensar en ella al ver a estos chaparritos.
Vi a la Nola en la Estación de Termini en una cachorra negra preciosa que iba con sus dueños, se parecía mucho a la Nola cachorrita, cuando tenía que hacer reposo, con sus orejas caídas. Un día caminando, un perrito empezó a ladrarle a otro en la calle muy al estilo salvaje de la Nola (aveces, no siempre, no es totalmente amable con sus colegas caninos) y ustedes pensarán ¿cómo es posible que este evento recuerde a la Nolita que es un ángel?, pero así fue…
Vi a Wasabi en muchos chihuahuas, especialmente en uno que llevaba un chavo dentro de su chumpa mientras iban en moto, el chichuahueño, claro iba con todo el estilo del mundo, seguro y confiado con su humano.
Como si fuera poco recordarme de mis chuchos en cada día de este viaje, estuve en Asís, el hogar de los franciscanos, la tierra del santo patrono de los animales y el medio ambiente, San Francisco de Asís; cómo no pensar en mis chuchos, cómo no pensar en mi Nola al ver todas las imágenes de Francisco y el lobo.
Hasta en los museos vi chuchos y es que, los chuchos también han inspirado y también están presentes en el arte.
Y es que los chuchos son chuchos, aquí y en la China; son mañosos, consentidos, alegres; tienen dueños que los consienten, los cuidan, los quieren llevar a todas partes. En todo el mundo hay gente que se preocupa por los animalitos, por la vida.
Tal vez, en este viaje no llevé a mis chuchos, pero los vi por todos lados, porque así como yo, muchas personas desde hace muchísimos años han sentido la necesidad de tener cerca a los chuchos, de usarlos de modelos para frascos de perfume, para esculturas, para pinturas, han sido conmovidos por la naturaleza y se han sentido cerca de ellos, han sentido la necesidad de plasmarlos en obras de arte, en adornar calles o vitrinas con ellos, usarlos en sus escudos y es porque los chuchos son fantásticos, fieles y amorosos y tratan de hacer cualquier cosa por complacernos, los chuchos son geniales y los humanos lo hemos sabido desde hace muchísimo tiempo.
Hay cosas que me encantaría que en Guatemala pasaran como; la posibilidad viajar en un bus con tu chucho, que sea normal que los lleves a cualquier lugar (aunque creo que vamos muy encaminados a eso), espero que nuestro país cada día sea más “friendly” con los chuchos, gatos, con la vida en general.
Al final, como ven, cada día algo o alguien me recordó a mis amados chuchos salvajes, hubo días en los que los extrañé mucho y al regresar todo fue felicidad, como si nunca me hubiera ido; claro, espero que no piensen que cuando regresé tuve una escena de video emotivo donde los chuchos se vuelven locos al regreso de sus dueños… bueno la Sushi y Jorge me dejaron ver su felicidad por mi regreso ladrando y moviendo sus colitas como un helicóptero; la Nola estaba muy preocupada por alguna travesura que seguro no hemos notado y luego de la preocupación normal y su cara de “yo no fui, no me regañés” procedió a saludarme con mucha felicidad y Wasabi decidió a los dos días de mi regreso y que me demostraría que estaba feliz de mi regreso pasando más tiempo en mis piernas que en las de Carlos mientras miramos tele, eso amigos, es una prueba total de amor.
NOTA ACLARATORIA: por la sensibilidad de mis chuchos no he publicado fotos de los chuchos que vi en mi viaje, ellos se ponen celosos, ya saben cómo son.